jueves, 16 de mayo de 2013

Miss nothing.

Miss nothing fue llamada así por todos aquellos niños crueles que se metían con ella en clase. Siempre iba con dos trenzas rubias que llegaban hasta sus codos. Y siempre, siempre, con el  mismo vestido. Nunca olía mal porque se duchaba todos los días, y su madre, tan apañada, le lavaba todos los días su vestido. Las demás niñas llevaban faldas y vestidos preciosos, pero ella ni si quiera las envidiaba. Su felicidad era llegar a casa donde le esperaba su familia y sentarse a comer con ellos junto a la chimenea en invierno o al lado del río los veranos. Su casa tampoco era nada del otro mundo, pero tenía techo y una cama donde dormir. Miss nothing no tenía hermanitos, porque su pequeña olvidada, como ella la llamaba, murió nada más nacer en un parto que se complicó. Miss nothing sólo tiene doce años, pero en cada trenza tiene tres más, es una niña fuerte y madura que sabe apreciar lo poco que tiene mientras que los otros niños, con nombres y apellidos, siempre quieren más.

"No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita."

Strange diamond


Nadie sabía quién era ella,
ni que rumbo tomaba.
Pero siempre viajaba de un lado
a otro pasando por aquel
lugar. Sus desordenadas pecas
la hacían especial. 
Sus ojos gatunos miraban y miraban
y parecía que veían el alma.
Sus labios rojos
despertaban los latidos de los hombres
a su alrededor.
Ella nunca decía quién era
pero todos se inventaban una historia
para esta hermosa criatura.

domingo, 5 de mayo de 2013

Jueves mojado.


 Era un jueves lluvioso en aquel barrio y todo el mundo andaba refugiado en sus casas. También hacía frío, mucho, así que las manos de Miriam estaban rojas y heladas. Estaba sentada tras el mostrador de la biblioteca en su nuevo puesto de trabajo rodeada de un silencio que a veces se interrumpía por los pasos de la gente o las páginas de los libros moviéndose. Miriam llevaba una cola alta aunque algunos mechones le habían resbalado así que caían por su cara y unas gafas negras que cubrían sus ojos marrones y grandes. Vestía un jersey ancho y unos vaqueros ajustados. A pesar de llevar botas tenía frío en los pies.
Tic tac.
Casi eran las ocho, ya hacía rato que había oscurecido y en aquella biblioteca sin calefacción ya no habían más que cuatro personas. Miriam se levantó para avisarles de que pronto cerraría la biblioteca. Eso hizo, una por una, fue acercadose a las personas que estaban allí para decirles que les quedaba poco tiempo, pero su aviso lo interrumpió un chico que entró. Tenía el pelo mojado y su ropa también lo estaba. Miriam lo miró y se acercó a él para decirle que mejor volviera al día siguiente.

  • Perdona, está cerrada ya, es tarde. Vueve mañana.
  • ¿Cerrada? La puerta está abierta.
  • Eh, ya, pero...
  • Sólo será un momento.
  • Sólo un momento. - bufó.

El chico irguió una ceja confuso y la miró de arriba a abajo. Miriam tenía las mejillas rojas y los labios agrietados. Lo miraba reprochándole los minutos de más que se quedaría en la biblioteca después de un día tan aburrido, y eso le hizo sonreír.
Miriam se dio la vuelta para volver al mostrador a recoger y apagar el equipo y el chico se quedó dando vueltas entre las estanterías. Había muchos libros que ya había leído, la biblioteca del barrio hacía tiempo que no renovaba su material. Las estanterías estaban bastante saturadas y la madera tenía grietas en algunas zonas.
Los minutos pasaban y el reloj de pared marcó las ocho en punto. Ya no había nadie más que Miriam y aquel chico. Miriam bufó y se acercó al castaño para exigirle que saliera, que si quería alquilar algún libro ya era tarde.

  • Oye, tienes que irte.
  • ¿Ya?
  • Sí.
  • Pues - el chico pasó la mano por los libros que había en el estante que estaba a su altura – a ver cuando renováis.
  • ¿Cómo? Mira, da igual. Me tengo que ir, voy a perder el autobús.
  • Si quieres te llevo.
  • No. - Miriam cada vez estaba más cabreada. El castaño la miró de arriba a abajo.
  • Rarita.

De repente el chico se acercó a Miriam y la cogió contra él para comerle la boca. Miriam se sintió confusa y se sorprendió muchísimo, no sabía qué hacer. Intentó separarse pero ya no podía, el chico le mordía el cuello y apretaba su culo con sus manos.

  • ¿Qué haces?
El chico siguió recorriendo sus piernas y conforme lo hacía bajaba su cara hasta los muslos de Miriam. Empezó a quitarle los vaqueros y se encontró con unas braguitas azules que empezaban a mojarse.
  • ¡Quédate quieto gilipollas!
  • ¡Calla! ¿O es que quieres que nos oigan?

Miriam se excitó con aquella orden y empezó a relajarse. El chico le mordió encima de la ropa interior en la zona de su clítoris. Ella misma ayudó a quitarse las braguitas para que el castaño pudiera hacerlo mejor. Metía su lengua juguetona pasándola insistente por su clítoris y ella se apoyó en una estantería. Él hundió más su cara en su piernas y Miriam notó que sus pezones empezaron a ponerse duros debajo del jersey. Mientras lamía, el chico levantó un brazo y llevó una mano hasta el pecho derecho de Miriam, que sólo estaba cubierto por el jersey, como si esperase que aquel día un extraño lo manipulara en la biblioteca a escondidas.

  • Dios... - Miriam respiraba entrecortada y acariciaba la cabeza del muchacho, que empezó a levantarse y la puso contra las estanterías.
  • Voy a follarte muy duro princesita. - Miriam notó una chispa que recorrió todo su cuerpo hasta concentrarse en su clítoris. - Mójame la mano. - Puso su fuerte mano delante de la boca de Miriam y ésta la llenó de saliva.

El chico, que ya tenía su miembro duro y caliente, empezó a masturbarse con la saliva de Miriam cubriendo todo su pene.

  • ¿Preparada, nena? - Miriam jadeaba, no podía esperar más a tenerle dentro. El castaño mordió su cuello y otro chispazo recorrió su cuerpo, esta vez concentrándose en sus pezones.
Miriam no había visto su miembro pero sí lo estaba sintiendo. La había inclinado levemente sobre los libros y ahora daba lentas sacudidas sincronizadas metiendo todo su miembro en vagina mientras agarraba y masajeaba sus nalgas. Cambió sus manos de posición y agarró los pechos de Miriam, acariciando sus pezones, acto seguido los agarró con fuerza y la velocidad de las sacudidas y su fuerza aumentaron haciendo que la chica empezara a gemir.

  • No... no... no hagas ru...ido, joder.

Miriam se ruborizó, se sintió una novata teniendo su primera relación, pero no lo era. Para demostrarlo empezó a mover su cintura haciendo que al chico se le escapara un gritito, y eso la hizo sonreír. El ritmo cada vez era más rápido y aquel rinconcito de biblioteca olía más y más a puro sexo. Miriam creía que iba a estallar en cualquier momento, pero el chico le dió la vuelta, le quitó la ropa y la cogió en brazos, ella rodeó la cintura del castaño con las piernas y acarició su nuca con las manos mientras lo besaba y él metía su miembro con cada vez más violencia.

  • Eres una buena chica, gafitas.
  • Haz que me corra, gilipollas.

El chico la empujó contra la pared y le comió la boca con violencia a Miriam, que como Erik, el castaño, no aguantó más y se corrió, gritando todas sus ganas en la boca de un sudado y muy, muy caliente desconocido que sólo había entrado para refugiarse de la lluvia.